Tras levantar revuelo con su ópera prima, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, Pedro Almodóvar regresó al cine en 1982 de la mano de Cecilia Roth, Imanol Arias y –un muy joven– Antonio Banderas con Laberinto de pasiones.
La película, más ambiciosa en producción y complejidad dramática que su antecesora, contaba la historia de amor entre una adicta al sexto parte de un violento grupo musical y el hijo de un jeque árabe cuya sexualidad no fue definida por las convencionalidades de su cultura.
Abordando temas que la España postfranquista no estaba acostumbrada a tocar, Laberinto de pasiones se estableció como un arrebato de estilo que Almodóvar replicó en sus siguientes películas a lo largo de los años.
Además, marcó su primera colaboración con Antonio Banderas, uno de esos actores que se volverían en indispensables de su carrera.