Los bizarros y excéntricos deseos funerarios de la reina Victoria

Tras un periodo de salud delicada, la reina Victoria falleció el 22 de enero de 1901 en Osborne House, en la isla de Wight. Osborne House era una de sus residencias favoritas. La causa oficial de su muerte fue una hemorragia cerebral, y estaba rodeada de miembros de la familia real en el momento de su fallecimiento.

El entierro de la reina Victoria tuvo lugar en los terrenos de Frogmore el 4 de febrero de 1901. El Mausoleo Real de Frogmore se convirtió en el lugar de descanso final tanto de la reina Victoria, como del príncipe Alberto. La decisión de enterrarla en Frogmore se ajustó a sus deseos expresos y contribuyó a la creación de un lugar de descanso real para los miembros de la familia real británica.

Expresó su deseo de ser enterrada junto a su marido, el príncipe Alberto. La reina Victoria estaba profundamente unida al príncipe Alberto, y su muerte en 1861 tuvo un profundo impacto en ella. Su deseo de ser enterrada junto a él era un reflejo de su amor fuerte y duradero.

A Victoria le disgustaba el uso tradicional del negro en los funerales, por considerarlo deprimente e impropio de una celebración de la vida. Ordenó que su ataúd se cubriera con un féretro blanco, símbolo de pureza y esperanza. Esto supuso una ruptura radical con la norma de la época y causó cierta controversia.

El padre de Victoria, el príncipe Eduardo, duque de Kent, era soldado, y ella sentía una fuerte conexión con el ejército. Pidió que su funeral se celebrara con honores militares, reflejando su papel como jefa de las fuerzas armadas. Este deseo se cumplió, y su cortejo fúnebre fue un gran acontecimiento, con tropas alineadas en las calles y cañones disparando en señal de saludo.

Victoria era una esposa y madre devota, y quería estar rodeada del amor de su familia incluso en la muerte. Pidió que en su ataúd se colocaran mechones de pelo de sus hijos y nietos. Fue un gesto personal y conmovedor que demostró el profundo afecto que sentía por su familia.

A pesar de su riqueza y estatus, Victoria era una mujer frugal a la que no le gustaba la ostentación. Pidió que su ataúd fuera sencillo y sin adornos, de roble y forrado de plomo. Esto reflejaba su deseo de un entierro sencillo y digno que no se viera ensombrecido por posesiones materiales.

Los deseos funerarios de Victoria eran un testimonio de su personalidad única y de su deseo de ser recordada como una soberana fuerte e independiente. Rompió con la tradición y tomó sus propias decisiones, asegurándose de que su funeral fuera tan único y memorable como su vida.